Por si estás desesperado o en busca de una señal, un respiro en el fondo del mar. Si tenés que adormecerte para no sentir tan fuerte. Para quienes ya estamos grandes pero nos sentimos diminutos. Para los que en la calle nos ha alcanzado la lluvia y el llanto. Por si estás confundido o un día te quedó todo claro. Por si alguna vez te sentís solo y no hay nadie al lado.
Se va el tiempo libre pensando que tenés más de lo que te merecés, viendo los carros pasar, deseando que el bus no venga tan malditamente lleno. «Dios es amor» leés, pero es de lo que menos tenés. La cabeza ya se canso de darle vuelta a los recuerdos buenos. La medicina cada día te cae peor, paranoia en la calle y en la casa estás lleno de ansiedad. ¿En que volumen la música ya no deja pensar?
El mundo asusta pero más la idea de que al volver ya no esté mamá. Darías lo que fuera para volver atrás y poder esconderte tras sus piernas cuando a alguien no querías saludar. Lo bueno es que aun se puede bajar la mirada y jugar al desentendido. «Disculpe pero no siento el feliz día».
Quisieras ser más compasivo contigo mismo y menos con ciertos idiotas allá afuera. Pero siempre al ver al espejo te juzgan décadas de revistas, anuncios en los diarios y horas frente a una pantalla que ya muchas neuronas te ha quitado.
Son muchas ideas las que se juntan y muy pocos a quién pedir consejo, la lucidez te alcanza ya cuando ni vos mismo te tomás en serio. Querés darle respuestas a las mismas dudas pero sin pedir ayuda. La respuesta suele estar en el mismo lugar siempre, dentro del subconsciente.
Y sabés, maldita sea, lo tenés presente, nunca estás solo completamente.